Kuala Lumpur... y el final de nuestro paso por Malasia
Nota: Este post debió ser publicado el 30 de junio...
Después de unos días de descanso en Cameron Highlands, nos fuimos en un bus hacia Kuala Lumpur... y por fin era un bus de verdad, no una van. Unas cuantas curvas para bajar la montaña, una larga carretera, unos edificios altos que se vislumbraban en el horizonte, una calle de bastante caos, un sitio menos pintoresco y llegamos a nuestra parada: Chinatown.
Al parecer, uno de los lugares más concurridos por la gente de a pie. Hay muchos negocios alrededor, sin contar los tropecientos kioskos que hay en la calle mas conocida del Chinatown Malayo: Petaling Street.
Ya de llegada nos ofrecieron un hostal que decidimos ir a ver y nos convencieron con el desayuno y wifi gratis. De haber consultado con la bola de cristal, hubiesemos continuado buscando. Las habitaciones no eran lo mejor, pero bueno, no estaba tan mal, aunque eran dos camas individuales. Asi que ese día nos quedamos en el hostal, ya que teníamos varios días por delante y no hay mucho que hacer en esta ciudad.
Al final, por la noche, tuvimos que dormir en la misma cama porque Ana intentó alejar un poco su cama de la pared de papel que dividia el cuarto contiguo al nuestro y la cama se vino al suelo. Parecía que estaba puesta sin pegamento o tacos, ni siquiera tornillos o clavos. A la mañana siguiente vino un chico que le puso unos tornillos y la arregló. Oh bendita bola de cristal! porque no nos avisaste para dejar aquella cama en el suelo.
Esa misma tarde fuimos a dar un paseo por la zona comercial de Kuala Lumpur y después ir hacia las torres Petronas. Pero hicimos un break para comprarnos algunas cosillas...
Al final llegamos a las Petronas cuando el sol menguaba y las luces se encendían para remarcar aquellas inmensas torres en un precioso marco azul.
Esa noche Ana se quejaba que le había estado picando una pulga o mosquitos, yo no presté mucha atención porque a las 4 de la mañana nadie es persona, aunque después por la mañana nos reíamos pensando que era la que traía desde Bangkok... ilusos.
La noche siguiente hicimos un cambio de camas para descartar que no sea que hubiera bichos en la cama y no sea una pulga, pero no lo pudimos descartar. En un segundo me habían picado casi todo el brazo izquierdo y parte del derecho, asi que esa noche volvímos a dormir en una sola cama. Los chinches parecen ser un mal común en la gran mayoría de hoteles de Kuala Lumpur, así que si van por ahí... mucha suerte.
En fin, estuvimos pensando cambiar de hotel, pero entre que nos quedaban 2 días, teníamos que mover todo el equipaje, el calor y/o lluvias que nos azotaban, el alto riesgo de que el otro lugar sea igual o peor y el desgano que nos producía aquella ciudad, decidimos quedarnos en ese lugar, pero en una cama y pasar el menor tiempo posible en la habitación. Por suerte este lugar tenía un amplio comedor con televisión, películas, café y té gratis todo el día, y una conexión gratuita a wifi que no era de ellos pero era mucho más rápida, asi que ahí la pasamos, con una pareja malaya que no se desprendía de la tele y ponían todo tipo de pelis. Al menos conocías otra gente que también te contaba de su viaje y/o te recomendaba sitios en donde ellos ya habían estado y a nosotros nos quedaban por descubrir.
Ya el último día lo aprovechamos para hacer una caminata hacia un jardín de orquídeas y un parque que había cerca de donde estabamos. Había de todo, incluso un parque de aves que se jactaba de ser la más grande y que no nos llamaba en lo más mínimo visitar, y mucho menos después de ver su precio de entrada. Así que nos dirijimos directamente al jardín de orquídeas, donde la entrada era simbólica y que justo ese día era gratis. Es un pequeño paseo alrededor de plantas, pero tienen unas orquídeas muy bonitas.
Y alguna que otra que se le antoja algún colorcete raro.
Así que continuamos nuestra caminata y entramos a un centro comercial abarrotado de tiendas y vendedores que intentaban venderte los productos desde el mismo pasillo. Y llegamos a unas pequeñas piscinas puestas en un stand que ofrecían terapia de peces doctor, al menor precio que habíamos visto nunca, desde Tailandia. Así que a probarlo no?
Si tienes muchas cosquillas como yo, no te lo recomiendo... jaja, apenas pude meter los pies en el agua y al final me tuve que conformar con poner solamente los talones. Los peces van "mordiendote" (no tienen dientes) para comerse todas las pieles muertas que tengas, es increíble como vienen hacia los nuevo huéspedes. Y nos hacen tener que aguantar la risa.
Aunque claro, algún sádico hay que incluso no solo mete los pies, si no también las manos, aunque estos mordían más según la visitante.
Eso sí, al final, Ana terminó con todos los pies y manos super suaaaaves, aunque sin el bronceado jajaja, y yo tenía los talones niquelaos... jaja. Asi que de tanto stress por los benditos peces, nos fuímos por unos batidos de oreo, Ana con chocolate (obviamente) y yo con menta, con sabor "after eight", buenísimos.
Esa última noche, por lo menos, pudimos conectarnos al skype con mi sobrinito Mateo... ah! y con Giancarlo y Sara también...jijiji, por fin pudimos verlo en "vivo" y en directo. Ya después nos quedó pasar la fregona para limpiar las babas que habíamos dejado en suelo y mesa.
Y, por fiiiiinnnnnn, nos fuímos de Kuala Lumpur, en dirección al aeropuerto internacional con dirección a Surabaya, Indonesia. No nos mal entiendan, Kuala Lumpur es una ciudad grande y nosotros cada vez nos damos cuenta que no es lo que buscamos. Al final siempre nos terminan llamando los pueblitos o pequeñas ciudades interiores, sumándole el stress que llevabamos de los chinches y de no poder dormir tranquilos gracias a ellos.
En general, Malasia ha sido un país de sorpresas, más que nada porque no habíamos leído mucho de él y no sabíamos que tenía tantas cosas tan impresionantes para ver, como sus islas, de las cuales nos quedo pendiente Tioman, aunque la recuperamos con creces con Pulau Perhentian y sus campos de cultivos de té, fresas y mariposas en Cameron Highlands. Pero más que nada, nos quedamos con su comida. Riquísima. Incluso volvímos a comer comida India y resultó ser más rica que en la India misma, aunque a veces suele pasar...
En fin, nos vamos de Malasia con muy buenas experiencias y unas cuantas picaduras en los brazos, pero así es la vida del mochilero, o al menos parece serlo, viendo a los demás viajeros...
Ya les informaremos acerca de nuestra nueva aventura, pero esta vez desde Indonesia.