Batad y sus terrazas de arroz

Llegamos a Banaue sobre las 5 de la mañana desde Manila, después de unas 8 horas en un gélido autobus. Banaue es la ciudad más emblemática de Luzón, por sus bancales de arroz declarados Patrimonio Mundial por la UNESCO. Y aunque las casas y su tipo de construcción, con chapas de aluminio, afean el panorama, aún se puede apreciar el hermoso paisaje que nos ofrece.

Pano de Banaue

Nos quedamos alucinados no solo con los paisajes que se nos venían, si no también con los precios que cobran por llevarte de ruta. Que 2000 pesos (33€) para hacer este, que 3500 pesos (58€) y con noche en no se dónde... Se aprovechan mucho de los turistas, en especial de los que solo tienen un día para verlo, pero, en fin, cada uno tiene que ganarse la vida. Así que nos fuimos a buscar la nuestra. Nos unimos con otros turistas que habian contratado un jeepney que los llevara a Batad (o al menos al inicio de la travesía hacia Batad). Al ser más personas sale mucho más a cuenta ya que el precio por jeepney es independiente de la cantidad de gente que lleva.

Jeepney

Despues de poco más de 45 minutos de una larga trocha, ya que no se le puede llamar carretera, al menos aún, porque están construyéndola, llegamos al inicio de la travesía hacia Batad, digna como para que George Lucas haga una secuela a la "Caravana del valor". El jeepney te deja en este lugar, ya que le es imposible continuar por ese sendero. Así que nada... abajo!, mochila a la espalda, un buen respiro y empezamos a andar... eeeeeeeeh!!! que por ahí no es... es hacia arriba!!!... empezamos todos bien, así hubieramos vuelto a Manila andando.

La caminata arranca directamente con una pendiente de 45 grados más o menos y termina en casi 360... o al menos nos lo pareció... habían algunos trozos con asfalto, pero el 99% es pura montaña, es decir tierra o piedras sueltas. El camino es directo, subir montaña y bajar montaña... como encerar, pulir... ay! maestro Miyagi cuanto te necesitabamos en esos momentos.

Los paisajes son preciosos. Un horizonte de montañas verdes, algunas cubiertas por mantos de niebla que pasaban tan lentamente que parecían quererse quedar permanentemente sobre las montañas, alguna cascada pequeña que se nos presentaba en el camino para refrescar nuestros pasos... y montañas a lo lejos que cuando enfocabas la vista en ellas se alejaban... esto debió haber sido el mareo que llevabamos... ya habíamos llegado a la cima de la montaña. Un pequeño kioskito bien puesto nos esperaba para un chute de líquidos y azúcares (coca cola y sprite). A su lado había un atajo con escaleras desde donde se podía apreciar la vista del descenso.

En la cumbre

Pero decidimos continuar por la montaña ya que no nos apetecían las escaleras, así que 20 minutos después empezamos el descenso, este fue más sencillo y relajado, pero la misma distancia que de subida. 1hora para subir y 45 minutos para bajar (de ida y/o vuelta), aunque por lo resbaladizo del suelo igual lo haces en menos. Por fin llegamos a Batad, donde ya solo de llegada tuvimos aquella imagen de postal de la que hablaban.

Pano de Batad

Llegamos bastante cansados, pero estas vistas calman y relajan a cualquiera, y más aún cuando vas viendo cómo un tono rojo anaranjado con sombras violaceas van cubriendo las montañas. Aquí nos enteramos que todos estos campos de arroz solamente son para los habitantes del pueblo, no exportan la cosecha, incluso necesitan importar alguna cantidad mayor de arroz para poder cubrir el consumo de su población... que son 5 gatos... nos quedamos alucinados con la cantidad de arroz que se consume. Ese día descansamos en Rita's Homestay o Guesthouse... en fin, la que tiene mejores vistas desde su comedor / terraza. No tenían electricidad en las habitaciones recubiertas de madera, por lo que esas 2 noches iban a ser nuestro tiempo de desconexión.

Al día siguiente, temprano por la mañana, nos pusimos las botas, cogimos el agua, cámaras en mano y a iniciar la caminata por las terrazas de arroz. Decidimos no hacerlo con guía, se veía bastante asequible para un par de novatillos en esto del trecking. Costó un poco encontrar el camino, ya que está en medio de la maleza, pero al final conseguímos salir por donde queríamos y poder recorrer las terrazas.

Ana en las terrazas de Arroz

Daba un poco de miedo, ya que tenías que caminar por un caminito muy angosto (entre 20 y 30 cm). A un lado los cultivos de arroz y al otro lado también, pero unos 4 metros más abajo... en fin, con mucho cuidado. También nos toco sortear un derrumbamiento que había habido un par de días atrás, cortesía de uno de los tifones (lo pueden ver en la foto de arriba de Batad, al fondo a la izquierda, aunque de cerca es más grande). Por fin conseguímos llegar al otro extremo de las terrazas donde había unas escaleras que ayudan el descenso, pero vértigo dan.

Descendiendo las terrazas

Después de varios minutos y paradas para apreciar la belleza del paisaje, logramos completar la primera parte del recorrido. Continuamos camino abajo por el pueblo. No hay caminos tampoco, o pasas por medio de una casa o caminas igual por los caminos angostos entre arrozales, pero esta vez sin tanta diferencia de altura. Al no ir con guía, tienes que seguir mucho a tu instinto, para saber por dónde se sube nuevamente al pueblo. Nuestro instinto nos llevó a otro mirador, opuesto al que habíamos estado... Bien!

Encontrando el camino hacia las terrazas

Camino arriba más tarde, nos dimos cuenta que nos habíamos desviado mucho del sendero que llevaba directo al pueblo de arriba de la montaña, que es donde nos alojabamos... Mal! Tuvimos que sortear muchas ramas, y algunas con pinchos que pegaban peores arañazos que un gato, cambiar de camino... espera!... Recalculando... cambiar de camino otra vez, escalar un trozo de montaña, cruzar nuevamente un trozo de selva... para llegar a una casa sin otro camino por donde ir. Por suerte, con mucha amabilidad, nos dejaron cruzarla para poder llegar a nuestro destino. Cinco minutos después calló el diluvio universal. Mala suerte no tenemos... eso sí que es bueno.

En fin, así terminó nuestra excursión por Batad, ya solo nos quedaba el día siguiente, y la vuelta al inicio de la travesía para poder coger un jeepney que nos llevara nuevamente a Banaue para continuar nuestro camino. Fue lo mismo que la venida, aunque con más obstáculos, cortesía del diluvio universal del día anterior, al menos 3 fueron los derrumbamientos que contamos y sorteamos para poder llegar sanos, salvos, cansados y sudadísimos al jeepney... pero eso sí, con una sonrisa de felicidad guardada muy adentro.

Las terrazas de Batad forman parte del patrimonio de la humanidad de la UNESCO.

Italo
Barcelona, España
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